sábado, 1 de abril de 2017

MISTERIO DE LA VIDA

UN NOMBRE GRABADO EN "NUESTRO COLECTIVO" - PALOMA GÓMEZ BORRERO




Se nos ha ido apresuradamente; y estoy convencido que ni la muerte ha podido borrar de su rostro esa su amplia y esplendorosa sonrisa. Y, además, se nos ha ido en silencio, sigilosamente. Pocos sabían que la muerte le había regalado como propina dos semanas de vida. Solo ella lo sabía, pero callaba para ahorrarle lágrimas a sus amigos. Nada pude adivinar cuando la pasada semana hablé con ella para concertar una cita. Ambos hablamos de futuro y, además me preguntó por mi salud y ahora veo porqué ella no quiso hablarme de la suya. Se nos ha ido dejando una agenda llena repleta de conferencias, viajes, coloquios y un par de proyectos editoriales, uno de los cuales íbamos a comenzar juntos en mayo de este año. Su nombre, Paloma Gómez Borrero forma ya parte del “imaginario colectivo” de este país y siempre asociado al Papa y al Vaticano.

Se nos ha ido Paloma. Su voz ya no sonará en directo por la radio; ni reiremos con sus ingeniosas y agudas intervenciones en tertulias televisivas; ni podremos leer sus crónicas contándonos que se cuece en el Vaticano. Ya no escribirá más libros como los que nos deja de legado. Su nombre era un valor seguro para las editoriales. Menciono ahora uno de sus últimos libros, “ De Benedicto a Francisco. El Conclave del cambio”; y lo hago agradeciéndole públicamente, y con no poco rubor, las páginas en las que tan elogiosamente habla de mi en ese libro. Y se lo quiero hoy agradecer recordando lo que decía Mauriac: “ La muerte no nos roba los seres amados. Al contrario, nos los guarda y nos los inmortaliza en el recuerdo. La vida sí que nos los roba muchas veces y definitivamente”.

Madrileña de Chamberí, Paloma era descendiente por línea paterna de Juan Álvarez de Mendizábal, aquel ministro famoso por las leyes desamortizadoras contra la Iglesia y cuyo cuerpo descansa en uno de los lugares que él desamortizó, en el cementerio del convento dominico de la Basílica de Atocha. Nació Paloma en agosto de 1934. Tras sus estudios de Periodismo comenzó a trabajar como corresponsal de Sábado Gráfico en Alemania, Austria y Reino Unido. Fue en 1976 cuando recaló en Roma para hacerse cargo de la corresponsalía de TVE en Italia, siendo la primera mujer corresponsal del ente público. Y en la “Ciudad Eterna” se quedó ya a vivir para siempre, intercalando sus estancias con Madrid y sus continuos viajes. Allí se casó con Alberto de Machis, piloto de aviación militar italiano; allí nacieron sus tres hijos, Ranieri, Carlo y Giorgo. En 1983 fue una de las muchas victimas que dejó en la cuneta la política sectaria del flamante responsable del ente publico, José María Calviño.

Al año siguiente, en 1984, comenzó a trabajar como corresponsal de la cadena COPE, Desde las ondas de esta emisora, propiedad de la Iglesia española, nos contó durante casi tres décadas, y en directo, los 104 viajes de Juan Pablo II a 160 países, siendo tantos los kilómetros recorridos como si hubiera dado 29 veces la vuelta al mundo. Sin embargo, en 2012, de forma poco elegante, fue injustamente despedida, mientras los obispos consentían irresponsablemente la permanencia del periodista Jiménez Losantos quien, cada mañana, alzaba su voz ausente de toda caridad cristiana. Paloma nunca llegó a entender las formas, ajenas a la Doctrina Social de la Iglesia, con la que la pusieron en la calle. Y puedo decir que se ha machado con esa herida aún sin cicatrizar, aunque, desde aquel momento y en esos últimos cinco años de su vida, no se vino abajo y siguió colaborando, viajando, escribiendo libros, participando en tertulias televisivas, sin miedos ni complejos.

Confieso que he sentido su muerte, por ser la muerte de alguien con quien hace diez años trabé una amistad que el tiempo ha ido afianzando y robusteciendo. Con ella he viajado para cubrir las visitas de Benedicto XVI a Londres, Berlín, Praga, Paris y Lisboa. Con ella he compartido veladas inolvidables en su casa romana allá en los Pratti, cerca de la vía Cola di Rienzo. Con ella he paseado por las madrileñas calles que rodean Conde Duque, el barrio en el que éramos vecinos. Con ella he hablado de lo humano y lo divino y he aprendido hasta qué punto el periodista es más por lo que calla que por lo que escribe. En estos últimos cinco años no hemos dejado de hablar y de vernos cada vez que ha venido a Beas de Segura, Alcalá la Real, Linares, Andújar, Baeza y la capital, una de ellas invitada por diario Jaén.

Acabó una trayectoria profesional intensamente vivida, consagrada a la comunicación hasta última hora. Supo abrirse camino como mujer y periodista entre sotanas y solideos y en círculos curiales cerrados. Paloma siempre estaba dispuesta a escucharte y enseñarte; siempre era la primera en abrirse a los jóvenes periodistas que llegaban a Roma para ofrecerles su agenda de contactos, lo más preciado de un periodista. Iba por las logias vaticanas como “Perico por su casa”, hasta el punto de que los cuatro últimos papas la llamaban por su nombre.

Sus últimos años se volcó, con motivo del V aniversario de santa Teresa de Jesús, en recorrer la geografía española con el recital llamado “Teresa. Una castellana vieja y recia”. Y lo hizo, junto al barítono Luis Santana y el pianista Antonio López, declamando con su voz familiar y dulce, 22 piezas de algunas canciones teresianas.

Acabo este obituario recordando el día que la escuché recitar estos versos de la santa abulense que hoy cobran especial relieve :

”Vuestra soy, para Vos nací, / ¿qué mandáis hacer de mí?/ Dadme muerte, dadme vida:/ dad salud o enfermedad,/ honra o deshonra me dad,/ dadme guerra o paz crecida,/ flaqueza o fuerza cumplida,/ que a todo digo que sí:/ ¿qué mandáis hacer de mí? “



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