Cinco lugares para rezar en casa
El otro día pensaba dónde rezar mejor en casa y no sólo eso, sino también qué rezar o cómo rezar en cada uno de ellos. No sé si he llegado a algunas conclusiones aceptables pero voy a intentar comenzar esta semana a poner en práctica lo que os voy a compartir.
En el hall de entrada
Qué bonito es dar gracias según llego a casa con una pequeña frase, un pequeño pensamiento. Gracias por tener un hogar. Gracias por tener cobijo. Gracias por tener un espacio donde poder vivir. Y, si es el caso, gracias por tener alguien con quien compartirlo, alguien que me espera. Cuando salgo, es un momento donde hacernos la Señal de la Cruz puede estar lleno de significado. Que el Señor me guarde, me acompañe y me oriente en la tarea o en la misión que vaya a realizar fuera.
En la cocina
Cocinar es una actividad sustentada en el amor, o puede serlo si lo ves como preparar “alimento” que va a nutrir el cuerpo, templo de Dios. Es un momento en el que uno se dedica enteramente a preparar, para otros o para sí, algo que nos permita estar mejor, más sanos, más alegres, menos hambrientos. Es un lugar donde ofrecer el trabajo, ese esfuerzo, donde poner nuestro amor al servicio de aquellos para los que cocino, aunque sea para mí.
En la mesa
Compartir el pan es un signo de gran fraternidad. Jesús pasó los momentos más importantes de su misión alrededor de una mesa, con sus amigos, cenando. Allí les dejó su legado y allí se preparó para lo que iba a venir. Es en la riqueza de ese compartir donde también se hace presente el Señor. Una sencilla bendición de la mesa y una acción de gracias, aunque sea interior, son idóneas para agradecer lo que tenemos y también para pedir por aquellos que no tienen lo que nosotros.
En el dormitorio
En la soledad de cada uno, justo antes de irse a la cama, es un lugar de encuentro con el Padre, donde poner a sus pies todo lo vivido y también nuestros anhelos, preocupaciones, desganas y pequeñas traiciones. Puede ser un momento de recogimiento, de últimos pensamientos, de asumir el silencio y la oscuridad también de nuestra vida. Cuando ya todo se dispone a la quietud… también busco al Señor y le pido que bendiga mi descanso. Y si es en pareja, es un lugar idóneo donde rezar juntos y ofrecer al Señor la unión, la familia…
En la ducha
Para mí la ducha es un lugar de gran satisfacción, fuerza y placer. Sentir el agua que cae sobre mi cabeza me hace sentir vivo y me dispone a descansar, aun cuando todo el día se presenta por delante. El agua lava, el agua cura, el agua refresca o calienta. Hacer presente al Señor en ese momento es hacerle presente en mi necesidad de comenzar de nuevo, mi necesidad de descanso y de parada, mi necesidad de sentir calor y frío, de sentirme arropado por el calor o relajado con el frescor después del fragor de la batalla.
Hay más lugares, más momentos y más rincones que podemos aprovechar. Esa imagen de la Virgen, esa flor que asoma en una estantería, esa foto que me recuerda la familia de la que formo parte… Busca tus lugares y reza. Encuentra al Señor en lo cotidiano, deja que participe de tu vida. Verás que el día, con Él, es mejor.
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