MENSAJE NO COMERCIAL
Las palabras que escuchamos en el
evangelio de S. Juan tienen una resonancia especial para quien está atento a lo
que sucede también hoy entre nosotros. "La Palabra era Dios... En la
Palabra había vida... La Palabra era la luz verdadera... La Palabra vino el
mundo... Y los suyos no la recibieron".
No es fácil escuchar esa Palabra
que nos habla de amor, solidaridad y cercanía al necesitado, cuando vivimos
bajo «la tiranía de la publicidad» que nos incita al disfrute irresponsable, al
gasto superficial y a la satisfacción de todos los caprichos «porque usted se
lo merece».
No es fácil escuchar el mensaje
de la Navidad cuando queda distorsionado y manipulado por tanto «mensaje
comercial» que nos invita a ahogar nuestra vida en la posesión y el bienestar
material.
Lo importante es comprar. Comprar
el último modelo de cualquier cosa que haya salido al mercado. Comprar más
cosas, mejores y, sobre todo, más nuevas.
Pocos piensan hacia dónde nos
lleva todo esto, ni qué sentido tiene, ni a costa de quién podemos consumir
así.
Nadie quiere recordar que,
mientras nuestros hijos se despiertan envueltos en mil sofisticados juguetes,
millones de niños del Tercer Mundo mueren de hambre cada día.
Nadie parece muy preocupado por
este consumismo alocado que nos masifica, nos irresponsabiliza de la necesidad
ajena y nos encierra en un individualismo egoísta.
Lo que importa es oler a la
colonia más anunciada, leer el último «best-seller», regalar el disco número
uno del «hit-parade».
Seguimos fielmente las consignas.
Compramos marcas. Bebemos etiquetas. Satisfacemos «fantasías artificialmente
estimuladas». Con la copa de champagne, nos bebemos la imagen de las jóvenes
que lo beben en el anuncio.
Y poco a poco, nos vamos quedando
sin vida interior. «La gente se reconoce en sus mercancías; encuentra su alma
en su automóvil, en su aparato de TV, su equipo de cocina...». Y mientras
tanto, crece la insatisfacción.
El hombre contemporáneo no sabe
que, cuando uno se preocupa sólo de «vivir bien» y «tenerlo todo», está matando
la alegría verdadera de la vida. Porque el hombre necesita amistad, solidaridad
con el hermano, silencio, gozo interior, apertura al misterio de la vida,
encuentro con Dios.
Hay un mensaje no comercial que
los creyentes debemos escuchar en Navidad. Una Palabra hecha carne en Belén. Un
Dios hecho hombre.
En ese Dios hay vida, hay luz
verdadera. Ese Dios está en medio de nosotros. Lo podemos encontrar «lleno de
gracia y de verdad» en la persona, la vida y el mensaje de Jesús de Nazaret.
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