miércoles, 6 de enero de 2016

MENSAJE NO COMERCIAL

Las palabras que escuchamos en el evangelio de S. Juan tienen una resonancia especial para quien está atento a lo que sucede también hoy entre nosotros. "La Palabra era Dios... En la Palabra había vida... La Palabra era la luz verdadera... La Palabra vino el mundo... Y los suyos no la recibieron".

No es fácil escuchar esa Palabra que nos habla de amor, solidaridad y cercanía al necesitado, cuando vivimos bajo «la tiranía de la publicidad» que nos incita al disfrute irresponsable, al gasto superficial y a la satisfacción de todos los caprichos «porque usted se lo merece».

No es fácil escuchar el mensaje de la Navidad cuando queda distorsionado y manipulado por tanto «mensaje comercial» que nos invita a ahogar nuestra vida en la posesión y el bienestar material.

Lo importante es comprar. Comprar el último modelo de cualquier cosa que haya salido al mercado. Comprar más cosas, mejores y, sobre todo, más nuevas.

Pocos piensan hacia dónde nos lleva todo esto, ni qué sentido tiene, ni a costa de quién podemos consumir así.

Nadie quiere recordar que, mientras nuestros hijos se despiertan envueltos en mil sofisticados juguetes, millones de niños del Tercer Mundo mueren de hambre cada día.

Nadie parece muy preocupado por este consumismo alocado que nos masifica, nos irresponsabiliza de la necesidad ajena y nos encierra en un individualismo egoísta.

Lo que importa es oler a la colonia más anunciada, leer el último «best-seller», regalar el disco número uno del «hit-parade».

Seguimos fielmente las consignas. Compramos marcas. Bebemos etiquetas. Satisfacemos «fantasías artificialmente estimuladas». Con la copa de champagne, nos bebemos la imagen de las jóvenes que lo beben en el anuncio.

Y poco a poco, nos vamos quedando sin vida interior. «La gente se reconoce en sus mercancías; encuentra su alma en su automóvil, en su aparato de TV, su equipo de cocina...». Y mientras tanto, crece la insatisfacción.

El hombre contemporáneo no sabe que, cuando uno se preocupa sólo de «vivir bien» y «tenerlo todo», está matando la alegría verdadera de la vida. Porque el hombre necesita amistad, solidaridad con el hermano, silencio, gozo interior, apertura al misterio de la vida, encuentro con Dios.

Hay un mensaje no comercial que los creyentes debemos escuchar en Navidad. Una Palabra hecha carne en Belén. Un Dios hecho hombre.


En ese Dios hay vida, hay luz verdadera. Ese Dios está en medio de nosotros. Lo podemos encontrar «lleno de gracia y de verdad» en la persona, la vida y el mensaje de Jesús de Nazaret.




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