CÓMO ASEGURARSE UN EXITOSO CURSO ESCOLAR: DA EN EL CLAVO A PRINCIPIO DE CURSO
De la mano del coach Juanjo Zadel descubrí este pequeño cuento que me gusta utilizar con los adolescentes cuando no saben distinguir la información relevante de la no relevante, cuando le dan importancia a detalles que no lo tienen, cuando no saben ver el lado positivo de los problemas o las muchas soluciones divergentes a los mismos.
Pero en esta ocasión os la presento a vosotros, padres y madres, para que al principio de curso os replantéis algunos puntos de vuestro proyecto educativo que durante el curso pasado no funcionaron como debieron.
Una vez empezada la rutina, no es fácil parar, dedicar tiempo a reflexionar, a identificar puntos débiles y buscar soluciones. Entonces repetimos y repetimos errores que ya venimos arrastrando de otros años y que por comodidad, abandono o desconocimiento ya hemos integrado en nuestro proceso cognitivo: “esto es imposible cambiar”, “con mi familia esto no se puede hacer”, “ya lo he intentado y no hay forma de cambiar este hábito” …
No sigo. Mejor leer este sencillo pero ilustrativo cuento y continuamos luego.
CUENTO: LA SAL
El joven estaba muy triste y desubicado. Menuda racha tenía. Todo le pasaba a él. Menos mal que ese fin de semana, iba a visitar a sus padres y a su abuelo y desconectaría un poco. Esperaba, eso sí, que nadie le notara su estado de ánimo. No tenía ganas de hablar. Después de un día fantástico en familia, su abuelo se le acercó de manera discreta y le pidió que se llenase la mano de sal, la colocase en un vaso de agua y bebiese.
– ¿Cómo sabe? le preguntó su abuelo.
– Fuerte y desagradable respondió el joven.
El abuelo sonrió y le pidió que se llenase otra vez la mano de sal. Lo condujo hasta el lago cercano y le pidió que derramase la sal allí.
– Bebe un poco de esta agua ahora.
Mientras el agua se escurría por la barbilla del joven, el abuelo le volvió a preguntar:
– ¿Cómo sabe?
– Agradable, contestó el joven.
– ¿Sientes el sabor de la sal? le preguntó el abuelo.
– No. Le respondió el joven.
Los dos se sentaron y contemplaron en silencio el bonito paisaje. Después de algunos minutos, el abuelo le dijo al joven:
– Sí, el dolor existe…. Pero la intensidad depende de donde lo colocamos. Cuando sientas dolor o tristeza, aumenta el sentido de todo lo que está a tu alrededor. Verás que todo es relativo. En tu mano está ser del tamaño de un vaso o de un lago grande, amplio y sereno.
“Siempre me dices lo que hago mal…Y lo que hago bien, ¿qué?”
Nuestros hijos suelen decir que “solo vemos las cosas malas en ellos”, “que siempre les decimos lo que hacen mal” y en mucha parte tienen razón. Deberíamos replantearnos lo que queremos desarrollar en nuestros hijos porque quizás que saquen las mejores notas o que obedezcan a la primera no son los objetivos idóneos para ellos.
Enfocarnos en detalles y no en principios, actitudes o valores es un enfoque “relativo” y pequeño, es “beber en un vaso con agua y sal”. También decepcionante porque ni nuestros hijos son los mejores estudiantes del mundo ni los más obedientes. ¡Y menos mal!
Para que nuestros hijos sean este año “lagos grandes, amplios y serenos” debemos plantearnos más preguntas de las que estamos acostumbrados a hacernos:
¿Cuáles son los errores que más se han repetido este año con mi hijo? ¿Cuáles son los que todavía yo tengo pendiente? ¿Cómo puedo mejorar? ¿Sé lo que le molesta a mi familia de mi?
¿Qué puedo hacer para que mejore la convivencia en mi familia? ¿Qué puedo hacer para que mi familia sea más feliz? ¿Es mi hijo feliz? ¿Qué he hecho que no ha contribuido a que mi hijo sea una persona segura y que puedo hacer para ayudarle?
¿Cómo hemos resuelto los problemas en casa? ¿Con qué tipo de comunicación? ¿Nos hemos echado la culpa unos a otros?
¿Qué he hecho para que mi hijo se involucre en su cambio y no solo para que obedezca? ¿Para que aprenda a solucionar sus propios problemas y no sea dependiente de mi?
¿Hemos sido creativos buscando soluciones?
¿Hemos sido una familia/equipo o cada uno de nosotros ha buscado su camino por separado?
¿Realmente he sabido elegir las batallas con mis hijos?
¿Tengo la relación emocional con mi hijo que siempre desee? ¿He trabajado en la dirección correcta para conseguirlo?
¿Soy consciente de cómo aprende mi hijo? ¿Quizás debería cambiar mi manera de enseñarle?
¿Qué ha sido lo más difícil? ¿Y lo más fácil? ¿Y lo más entrañable o divertido? ¿Soy capaz de mejorarlo?
¿Para qué me ha servido este año? ¿Soy mejor padre y persona que hace un año? ¿Qué he aprendido? ¿Qué cosas debo modificar este año para que mi familia funcione mejor? ¿En qué debo modificarme?
COMO PADRES NOS HACEMOS CONSCIENTES DE NUESTRA TAREA DE APRENDER JUNTOS CON NUESTROS HIJOS
Con estas preguntas accedemos a la Metacognición: nos hacemos conscientes de nuestro propio aprendizaje como padres, identificando limitaciones, talentos, estrategias, conocimientos previos y nuevos, estableciendo una metodología para enfrentarnos a los nuevos desafíos que nos presente este nuevo curso.
Esto nos permite ver “un gran lago” en nuestros hijos, con perspectiva y paciencia, y no “un vaso lleno de agua salada”.
Como predica Robert Swartz, con estas preguntas nosotros como padres aprendemos analizando nuestro propio pensamiento. Con estas preguntas:
Nos hacemos conscientes del tipo de pensamiento que utilizamos para enfrentarnos a los problemas (¿Qué he aprendido?)
Describimos la estrategia empleada (¿Cómo lo he aprendido?)
Evaluamos la efectividad de las estrategias empleadas (¿Qué ha sido lo que más me ha costado y lo que menos?¿Lo más y menos eficaz?)
Podemos planificar y adelantar futuras intervenciones con nuestros hijos (¿Cómo puedo mejorar? ¿Cómo puedo evitar el error y ayudar a todos a crecer?)
Nuestra labor cómo padres incluye aprender estrategias para educar mejor a nuestros hijos. Aprender por ellos, aprender con ellos y aprender de ellos.
¡Nosotros también estamos en continua formación! O deberíamos…
Elena Roger Gamir
Pedagoga – Solohijos
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