¿PROTEGES O SOBREPROTEGES A TU HIJO?
Es el mayor periodo de tiempo en el que estamos con nuestros hijos: las vacaciones de verano. Y podemos “estar”, podemos “disfrutar” o podemos hacer que sea un tiempo “enriquecedor”, en el que practiquen las habilidades desarrolladas durante todo el año y que desarrollen otras nuevas necesarias para el nuevo curso escolar.
Cada padre y madre sabrá mejor que nadie qué objetivo tiene para su hijo: vinculación emocional, orden, autocontrol, autoestima…. Yo aprovecho el verano para insistir en la autonomía y todas las experiencias y actividades que le ofrezco van dirigidas a fomentar esta habilidad.
Os animo a que en verano le deis la importancia que tiene la independencia y autonomía de vuestros hijos. Pero no solo física sino sobretodo cognitiva. Ahora que no hay prisa, ayúdales a que tomen decisiones sin que necesiten vuestra validación, para que ante cualquier duda no recurran a vosotros.
Fomenta las preguntas estratégicas, la resolución de conflictos, los procesos de reflexión, la planificación, la previsión de consecuencias…
Aquí tienes los mejores consejos para que el verano de tu hijo sea enriquecedor:
Razonar, sí, pero a veces también hay que obedecer “por prestigio”. Es conveniente racionalizar con nuestros hijos los motivos de determinadas órdenes pero también es cierto que en muchas ocasiones deben obedecer tan solo por confianza y por el prestigio que despertamos en ellos. No todo se puede ni se debe explicar.
Hazle progresivamente responsable de su comportamiento. Desde que es pequeño y debe recoger sus juguetes para poder volver a jugar con ellos en otra ocasión, hasta que es adolescente y debe controlar sus llamadas de móvil para poder pagárselas. Cada acción tiene una reacción.
No le evites problemas. Tan solo ayúdale a enfrentarse a ellos, si es que crees que no podrá hacerlo solo. Y si es capaz, olvídate de él.
No te anticipes a sus demandas. Si necesita ayuda ya te la pedirá. Si ves que tiene un problema con su hermano, dale tiempo y deja que ambos lleguen a una solución. No los subestimes, son más capaces de lo que crees.
Fomenta las conductas apropiadas a su edad y no le rías las gracias por comportamientos que son muy infantiles.
Exige trabajos de calidad. Asegúrate de que las tareas que tienen en casa son proporcionales a su edad y madurez. Y una vez que lo hayas hecho, exígeles que lo hagan bien. Comienza a exigir un trabajo de calidad y no te conformes tan solo con las buenas intenciones. Si han de fregar el suelo, han de hacerlo bien. Si han de limpiar los zapatos o hacer la cama, han de hacerlo lo mejor posible. Nada de “pobrecito, al menos lo ha intentado”.
Aunque su idea vaya a acabar en fracaso, deja que lo intente. Deja que tenga planes y que intente llevarlos a cabo aunque sepas de antemano que acabarán mal. Media con él, hazle preguntas para que pueda ser realista pero deja que tome sus propias decisiones. Si no lo consigue, seguro que otra vez lo planeará con más estrategia.
Evita dar órdenes, recordarles o avisarles de todo lo que tienen que hacer. Si quieres que al salir se pongan el abrigo no digas: “poneros el abrigo que hace frío” sino limítate a decir “hoy hace mucho frío en la calle”. Si quieres que tu hijo recoja sus platos di: “Javi, hay un plato sucio en la mesa” y si quieres que ordene los juguetes di: “Los juguetes no están en su sitio”. Describe, no des órdenes.
Deja que las consecuencias y las enseñanzas provengan también del exterior. No te responsabilices tú de todo. A menudo, son más eficaces las recomendaciones del exterior que las tuyas propias.
Contesta a las dudas de tus hijo con más preguntas. Ayúdales a reflexionar y deducir. No contestes a todo lo que preguntan tus hijos de forma resolutiva y explícita. Tienen derecho a pensar por sí solos, independientemente de la edad, a valorar opciones, a reflexionar. Si evitas con tus respuestas este proceso cognitivo evitas que se explore a sí mismo y madure.
Debes cambiar tus respuestas y utilizar frases que le hagan pensar a tu hijo que crees en su capacidad de tomar decisiones acertadas. Y en su capacidad de rectificar si es que se equivoca. Con ello conseguirás que, además de fomentar la toma de decisiones y su autoestima, no tema a las frustraciones y éstas sean más un reto que un motivo de inseguridad.
Cuando corrijas su toma de decisión, hazlo describiendo, nunca criticando. De nada sirve dejar que decida por sí mismo la ropa que llevará ese día si luego nosotros criticamos duramente dicha decisión. Si consideras que se ha equivocado, limítate a describir la situación para que vuelva a tomar una decisión más apropiada.
Debemos informar con claridad a nuestros hijos sobre donde empiezan y acaban los limites de libertad dentro de la familia, es decir, debemos asegurarnos que conocen las normas de la casa y lo que pueden o no pueden hacer y ser todo lo consecuente posible.
Haz ver a tus hijos que ser responsable conlleva ciertos privilegios, el principal, tu confianza. Da a tu hijo tanta confianza como te demuestre tener.
Fomenta el espíritu de satisfacción personal, es decir, que tus hijos hagan las cosas por sí mismos y no pensando en los demás. Su recompensa debe ser su propia satisfacción.
Transige en las cosas sin importancia. Si tu hijo de 5 años quiere irse a dormir con la camiseta de su equipo de fútbol preferido, ¿qué hay de malo en eso? Estas son las pequeñas tomas de decisiones que ellos se pueden permitir. Respetar su decisión por nimia que nos parezca le proporciona seguridad y le da la sensación de ser diferente a los demás, de ser independiente a ellos.
Ayudar ¡sí!, sobreproteger ¡no! Es muy habitual que los niños con algún problema añadido acaben con dicho problema más otros que, sin mala intención, les crea la sobreprotección de los padres. Si tu hijo es hiperactivo, disléxico o tiene cualquier otro problema diferencial, apórtale la ayuda que necesita pero no le protejas ni lo compadezcas, sencillamente ayúdalo pero deja que se desarrolle con la mayor normalidad posible.
Cuando tu hijo se esfuerza por superar un reto o un problema, es lógico sentir el impulso de ayudarlo. Sin embargo, si quieres ayudarle debes no ayudarle en ese momento. Tu hijo lucha por su independencia y por su autonomía, por lo que su opinión sobre él mismo dependerá directamente de la frecuencia y manera en que le ayudes.
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