Lectura del santo evangelio según san Mateo (6,1-6.16-18) - 15 junio 2016
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Cuidad de no practicar vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos; de lo contrario, no tendréis recompensa de vuestro Padre celestial. Por tanto, cuando hagas limosna, no vayas tocando la trompeta por delante, como hacen los hipócritas en las sinagogas y por las calles, con el fin de ser honrados por los hombres; os aseguro que ya han recibido su paga. Tú, en cambio, cuando hagas limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha; así tu limosna quedará en secreto, y tu Padre, que ve en lo secreto, te lo pagará. Cuando recéis, no seáis como los hipócritas, a quienes les gusta rezar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las plazas, para que los vea la gente. Os aseguro que ya han recibido su paga. Tú, cuando vayas a rezar, entra en tu aposento, cierra la puerta y reza a tu Padre, que está en lo escondido, y tu Padre, que ve en lo escondido, te lo pagará. Cuando ayunéis, no andéis cabizbajos, como los hipócritas que desfiguran su cara para hacer ver a la gente que ayunan. Os aseguro que ya han recibido su paga. Tú, en cambio, cuando ayunes, perfúmate la cabeza y lávate la cara, para que tu ayuno lo note, no la gente, sino tu Padre, que está en lo escondido; y tu Padre, que ve en lo escondido, te recompensará.»
Palabra de Dios
COMENTARIO AL EVANGELIO
El “qué dirán” es uno de los grandes motores de las relaciones humanas. Hay que reconocerlo. Todos pertenecemos a un grupo social, a varios: la familia, los vecinos, la comunidad, la nación. Y todos queremos estar a bien con ellos. Para eso es muy importante el asumir lo que es normal en el grupo, hacer lo que hacen todos, pensar lo que piensan todos. De esa manera, nos sentimos integrados y protegidos.
De ahí a entrar en una especie de concurso en que medimos nuestra propia valoración y bienestar por lo que dicen y piensan los demás de nosotros no va más que un paso. Dejamos de ser nosotros mismos, de pensar por nosotros mismos. Renunciamos a ser lo que somos para llevar todo el día la máscara que nos hace aparecer y ser y comportarnos y hablar y pensar como los demás esperan que aparezcamos, seamos, nos comportemos y hablemos. Eso supone vivir en una real falsedad. Ya no somos nosotros mismos. Vivimos en paz, acogidos, pero a costa de vivir en la mentira.
Jesús nos invita a vivir de otra manera. Jesús nos llama a crecer como personas, a ser maduros, adultos, libres, responsables de nuestros propios actos. Si hacemos algo, no es porque los demás esperan que lo hagamos sino porque creemos que debemos hacerlo.
Si rezamos, si damos limosna, su ayunamos, que no sea porque nos vean. Lo que buscamos no es la fama, que nos aplaudan, que digan lo buenos que somos. Lo que buscamos es ser fieles a nosotros mismos. Lo que hacemos lo hacemos porque creemos que debemos hacerlo. Ahí en el santuario de nuestra propia conciencia es donde debemos tomar nuestras decisiones. Más allá de lo que piensen o no los demás. Y actuar en consecuencia. Aunque eso suponga salirse del grupo o hacer lo que nadie espera que hagamos.
Si Jesús se hubiese preocupado de lo que podían decir los demás –sus familiares, los de su pueblo, etc.– no habría hecho nada de lo que hizo. Pero él quiso ser fiel a su misión. Quiso comunicar a los demás su propia experiencia de un Dios de Amor y de Libertad, de un Padre que amaba a sus hijos e hijas hasta dar la vida por ellos. Así vivió y así murió. Si queremos seguirle, menos pensar en el “qué dirán” y más hacer lo que tenemos que hacer y ser fieles a nosotros mismos.
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