«Hay demasiados niños que creen que el trabajo es lo más importante para sus padres»
No hay verdad más grande que trabajar es bueno, muy bueno. Con el trabajo ayudamos a desarrollar nuestros propios talentos, a vivir de ellos, y a ponernos al servicio de los demás. Pero desde las páginas de su último libro, «Tú también puedes ser Einstein», el pedagogo y escritor Fernando Alberca hace una advertencia que puede llamar mucho la atención hoy en día: Trabajar en exceso impide vivir. «Es verdad que el trabajo es un derecho del ser humano, un vehículo de felicidad y medio de realización personal. Y por eso mismo tanto su defecto y su exceso generan importantes conflictos. La cuestión es que en la actualidad a menudo se convierte en una obsesión, o en una vía de escape más frecuente y perniciosa de lo que imaginamos. Hay que trabajar lo justo, entender el trabajo como un medio para ser feliz y no como el peor enemigo y obstáculo de nuestra felicidad», asegura este docente.
No obstante, prosigue, hay quienes se esclavizan solos. «Esto es lo peor, aunque es muy frecuente. El abuso del trabajo aniquila nuestra esperanza de mejorar como persona, padre, o madre. Es el caso de quienes abandonan a su familia, lo que dicen ser lo más preciado que tienen, para regalarle horas a la empresa más allá de lo establecido y solicitado. Excusándose en la pertenencia a una institución impersonal que no lo valora ni lo protege: lo usa simplemente y se deshace de él en cuanto pueda convenirle, sin reparar en lo que el trabajador dio más allá de lo que era exigible. Es muy triste, pero hay niños que aprenden desde muy chiquitines que el trabajo es más importante para sus padres que ellos mismos».
Esas personas tampoco pueden mejorar en su papel de trabajadores porque cada día, prosigue Alberca, «se trabaja con más dependencia». «El trabajo no tiene límite. Podríamos entregarle nuestra vida entera y diez vidas más que tuviéramos y nunca lo terminaríamos del todo. Siempre podría hacerse algo más», advierte este asesor familiar.
Para Alberca, el exceso de trabajo, por obsesión o como excusa para escapar de otras responsabilidades, es una trampa de nuestros días que hay que evitar. Para ello, buena pista quizá resulten estas cinco actuaciones que este maestro aporta a continuación:
1) Reorientar el trabajo constantemente a un fin noble, más notable que el producto del propio trabajo.
2) Supeditar el trabajo a la dignidad humana de todos los que intervienen en él. Poniendo siempre a la persona por encima por encima del producto.
3) «Saber en todo momento, reunión y decisión que el fin nunca justifica los medios. Creerlo es una trampa que conlleva siempre una estela de injusticia tan larga como la vida en la empresa», apunta Alberca.
4) Limitar el trabajo en forma, esfuerzo y tiempo. Uno suele ser esclavo de cómo desarrollar su vida profesional, reconoce este escritor, «y no se puede decidir siempre un horario o con quien trabajar, pero lo que sí puede elegir donde tiene la cabeza y el corazón cuando está trabajando».
5) Y por último, grabar en nuestra mente o en la mesa de despacho que el trabajo ha de ser útil para el desarrollo feliz del hombre, y no el hombre útil al trabajo. Lo importante, concluye Alberca, «es encontrar esos trucos, esas formas, esa llamada por teléfono en un momento dado, ese cambio de rutina… lo que sea que le permita a cada persona colocar el trabajo en su sitio. Siempre hay gestos que parecen pequeños para demostrar a los demás que el trabajo es solo un medio. Es más, existen un montón de posibilidades para demostrar a los demás nuestro amor. De hecho, hay mucha más opción de la que parece. Solo con llegar puntuales a casa, no retrasándonos al salir del trabajo, ya estamos diciendo mucho...».
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