domingo, 31 de enero de 2016

¿QUÉ CINE VEN LOS JÓVENES?

Mad Max: Furia en la carretera

Atormentado por su pasado, Max ha decidido vagar por el mundo en soledad. Todo cambiará cuando se vea obligado a formar parte de un grupo de renegados, liderados por la emperatriz Furiosa, que han robado algo irremplazable al temible Immortan Joe, el despiadado tirano de una ciudadela.

Cuando El Señor de la Guerra envíe a su ejército para recuperar lo que es suyo, Max, Furiosa y su banda de rebeldes tendrán que cruzar el vasto desierto en una demencial carrera por la supervivencia.

El ganador del Óscar George Miller (El aceite de la vida) regresa, 30 años después, a la franquicia de culto que le hizo pasar a la historia del cine como precursora del cine post-apocalíptico.

En Mad Max: Furia en la carretera, el realizador aprovecha las nuevas tecnologías, como el 3D, para dar una nueva perspectiva de este caótico y anárquico mundo en el que la arena, la sangre, el fuego y la gasolina impregnan todos sus poros.





Sin embargo, Miller también da rienda suelta a su vena de artesano del género, realizando un film en el que el factor humano y los efectos prácticos cobran especial importancia por encima de los digitales. De hecho, un 80% de los efectos especiales de la película han sido realizados a través de coreografías, especialistas y maquillaje.

El británico Tom Hardy (El Caballero Oscuro: La leyenda renace) afronta el difícil reto de sustituir a Mel Gibson en la piel del legendario ex policía Max. Le acompañan la oscarizada Charlize Theron (Prometheus), como Furiosa, una dura mujer de acción, y Nicholas Hoult (X-Men: Primera generación) como Nux. Hugh Keays-Byrne repite en el papel de villano de la franquicia, dejando atrás el Toecutter de Mad Max: Salvajes de autopista para convertirse en el tirano Immortan Joe deMad Max: Furia en la carretera.

CRÍTICA A LA PELÍCULA

Y los propósitos del director George Miller están modélicamente logrados. No engaña a nadie. El público sabe lo que le van a ofrecer. Algunos disfrutarán un montón en ese universo violento y vertiginoso. Y otros, que tal vez hayan acudido por despiste, se sentirán saturados de un mecanismo previsible, en el que los guionistas no han tenido que exprimirse mucho el cerebro intentando crear diálogos potentes, buscar matices, dotar de alma a los personajes. La aceptación o el rechazo del público depende de la idea que tenga cada receptor sobre cuáles son los materiales adecuados para fabricar espectáculo.






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