EVANGELIO DEL DOMINGO 10 ENERO 2016 – BAUTISMO DEL SEÑOR
Lectura del santo evangelio según san Marcos (1,14-20):
Cuando arrestaron a Juan, Jesús
se marchó a Galilea a proclamar el Evangelio de Dios.
Decía: «Se ha cumplido el plazo,
está cerca el reino de Dios: convertíos y creed en el Evangelio.»
Pasando junto al lago de Galilea,
vio a Simón y a su hermano Andrés, que eran pescadores y estaban echando el
copo en el lago.
Jesús les dijo: «Venid conmigo y
os haré pescadores de hombres.»
Inmediatamente dejaron las redes
y lo siguieron. Un poco más adelante vio a Santiago, hijo de Zebedeo, y a su
hermano Juan, que estaban en la barca repasando las redes. Los llamó, dejaron a
su padre Zebedeo en la barca con los jornaleros y se marcharon con él.
Palabra del Señor
A nuestra vida, para ser humana,
le falta una dimensión esencial: La interioridad. Se nos obliga a vivir con
rapidez, sin detenernos en nada ni en nadie, y la felicidad no tiene tiempo
para penetrar hasta nuestra alma.
Pasamos rápidamente por todo y
nos quedamos casi siempre en la superficie. Se nos está olvidando escuchar y
mirar la vida con un poco de hondura y profundidad.
El silencio nos podría curar,
pero ya no somos capaces de encontrarlo en medio de nuestras mil ocupaciones.
Cada vez hay menos espacio para el espíritu en nuestra vida diaria. Por otra
parte, ¿quién se atreve a ocuparse de cosas tan sospechosas como la vida
interior, la meditación o la búsqueda de Dios?.
Privados de vida interior,
sobrevivimos cerrando los ojos, olvidando nuestra alma, revistiéndonos de capas
y más capas de proyectos, ocupaciones, ilusiones y planes. Nos hemos adaptado
ya y hasta hemos aprendido a vivir “como cosas en medio de cosas”
Pero lo triste es observar que,
con demasiada frecuencia, tampoco la religión es capaz de dar calor y vida
interior a las personas. En un mundo que ha apostado por lo “exterior”, Dios
queda como un objetivo demasiado lejano y, a decir verdad, de poco interés para
la vida diaria.
Por ello, no es extraño ver que
muchos hombres y mujeres “pasan de Dios”, lo ignoran, no saben de qué se trata,
han conseguido vivir sin tener necesidad de El. Quizás existe, pero lo cierto
es que no les “sirve” para nada útil.
Los evangelistas presentan a
Jesús como el que viene a “bautizar con Espíritu Santo, es decir, como alguien
que puede limpiar nuestra existencia y sanarla con la fuerza del Espíritu. Y,
quizás, la primera tarea de la Iglesia actual sea, precisamente, la de ofrecer
ese “Bautismo de Espíritu Santo” al hombre de hoy.
Necesitamos ese Espíritu que nos
enseñe a pasar de lo puramente exterior a lo que hay de más íntimo en el
hombre, en el mundo y en la vida. Un Espíritu que nos enseñe a acoger a ese
Dios que habita en el interior de nuestras vidas y en el centro de nuestra
existencia.
No basta que el Evangelio sea
predicado con palabras. Nuestros oídos están demasiado acostumbrados y no
escuchen ya el mensaje de las palabras. Sólo nos puede convencer la experiencia
real, viva, concreta de una alegría interior nueva y diferente.
Hombres y mujeres, convertidos en
paquetes de nervios excitados, seres movidos por una agitación exterior vacía,
cansados ya de casi todo y sin apenas alegría interior alguna, ¿podemos hacer
algo mejor que detener un poco nuestra vida, invocar humildemente a un Dios en
el que todavía creemos y abrirnos confiadamente al Espíritu que puede
transformar nuestra existencia?
LINK DEL VIDEO
https://www.youtube.com/watch?feature=player_embedded&v=cPrwWmWbsDk
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