domingo, 6 de diciembre de 2015

Educar es acompañar, ¿estás preparado?

Aquellas recomendaciones que no pueden faltar para seguir en camino.

El camino es una de las imágenes más utilizadas para hablar de la vida. Tu hijo emprendió su camino el día que nació y los adultos estamos acompañándole. Es un viaje apasionante, pero al mismo tiempo incierto. Cada paso que se da a su lado forma parte de su historia.
Acompañarles en su crecimiento es una responsabilidad para la que no hay una ruta fijada pero sí un horizonte, su felicidad. Por eso es necesario que en este caminar estemos bien orientados. Todos partimos de una experiencia vital y de nuestro sentido común a la hora de ayudarles a crecer, pero es bueno llevar apuntadas algunas recomendaciones que guiarán mejor nuestros pasos. Hay que tenerlas presentes.

Hay que consensuar los temas importantes a la hora de acompañar.
Educar a un niño no es tarea fácil, por eso es necesario que los criterios educativos en la familia sean comunes sino, no estaremos ayudándole. Por ejemplo, imaginemos que una madre se mantiene firme para que el hijo se termine el último trozo de fruta y llega el padre (y sin preguntar) le permite dejarlo porque ve al niño triste…No es difícil deducir que no hay unos criterios consensuados. Los niños son puros supervivientes y se escaparán de nuestro control si no se camina en una misma dirección. Si en algún momento se detecta que esto pasa… no hay que dejar de hablarlo y llegar a acuerdos.

Que el tiempo juntos sea significativo.
Es a lo que muchos expertos llaman tiempo de calidad. Cuando el curso comienza y las vacaciones quedan atrás, la rutina del día a día limita espacios para pasar tiempo juntos sin estar haciendo varias cosas a la vez. Por ejemplo, durante la semana los dos padres trabajan y hacen “piruetas” para poder distribuirse las tareas. Al tiempo que solucionamos el baño de uno, el otro hace deberes y se prepara la cena. Alguna discusión por medio por la televisión y a dormir. Así un día y otro. Llega el fin de semana y los compromisos son tantos que el domingo, todos muy cansados se van a dormir para comenzar con el lunes.

Es necesario crear momentos significativos.
Para jugar juntos, hablar, leer, escuchar música, crear (construir, pintar, moldear, disfrazarse…), salir a hacer deporte o sencillamente ver una buena película.
También podemos aprovechar las oportunidades en un día normal: el momento del desayuno (si no se va corriendo) para empezar con alegría, la ducha de la noche (si aún son pequeños) o el momento de ir a la cama.

 Déjale crecer, no sobreprotejas su desarrollo.
Tendemos por instinto de protección a resolver los problemas de los hijos y es necesario tener muy presente que la autonomía se forja cada día.  Ocurre con mucha frecuencia que, cuando se hacen mayores y los padres consideran que todo esto deberían hacerlo ya solos, ni saben ni quieren. Prevenir desde pequeños, animándoles a solucionar sus problemas, a asumir las consecuencias de sus actos y a colaborar con la familia, evitará muchos problemas añadidos a la etapa de la adolescencia. Hay que marcar unas normas, unos límites, enseñarles sus derechos pero también sus deberes y, dejar que fracasen para forjar su tolerancia a la frustración.

Crea espacios para la comunicación.
Hablar y compartir, escuchar y conversar… mantener los canales de comunicación abiertos y accesibles. Una de las claves de la educación es la comunicación. No solo hablar de las notas o de lo que no se hace bien. Se puede compartir cómo ha ido el día, de lo que se opina sobre determinados temas, hablar de los amigos y de las cosas que nos preocupan. Con una buena comunicación en la familia se consiguen prevenir muchos problemas, se les ayuda a socializarse y se aprenden patrones de relación necesarios para la vida más allá de las puertas de casa. Los móviles están bloqueando muchos de estos espacios, la televisión a todas horas o el enganche al ordenador. Hay que estar alerta con todo esto e ir equilibrando, solo así conseguiremos que, cuando necesite ayuda, lo diga antes en casa que en el muro de facebook.



Muéstrale tu cariño, como mínimo, una vez al día.

Cuando los niños son pequeños esto es mucho más sencillo pero, a medida que van creciendo, este contacto afectivo se va limitando. Por ejemplo, imagina a un chico de 13 años que de repente comienza a tener malas notas (un chico con buenos resultados desde siempre) y manifiesta en el colegio que en su casa su padre pasa de él. Tras una conversación con el padre, él se da cuenta que lleva muchos años sin abrazar a su hijo. Con sus reservas, el padre se va a casa e intenta demostrarle a su hijo mediante un abrazo que le importa. Tras varios momentos similares el chico vuelve a encontrarse mejor. Aunque por la edad o por el carácter de tu hijo, no se deje, no dejes tú de intentarlo, de pactarlo, de buscarlo. Las personas necesitamos el contacto con cariño para mantener vivas determinadas emociones que nos acercan y nos hacen más humanos. Cada uno es diferente en esto pero, respetando el carácter, siempre se puede encontrar un punto en común.

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