sábado, 4 de junio de 2016

PALABRA DE DIOS DEL DOMINGO X DEL TIEMPO ORDINARIO

Lectura del santo evangelio según san Lucas: 7, 11 - 17


En aquel tiempo, iba Jesús camino de una ciudad llamada Naín, e iban con él sus discípulos y mucho gentío. Cuando se acercaba a la entrada de la ciudad, resultó que sacaban a enterrar a un muerto, hijo único de su madre, que era viuda; y un gentío considerable de la ciudad la acompañaba. Al verla el Señor, le dio lástima y le dijo: «No llores.» Se acercó al ataúd, lo tocó (los que lo llevaban se pararon) y dijo: «¡Muchacho, a ti te lo digo, levántate!» El muerto se incorporó y empezó a hablar, y Jesús se lo entregó a su madre. Todos, sobrecogidos, daban gloria a Dios, diciendo: «Un gran Profeta ha surgido entre nosotros. Dios ha visitado a su pueblo.» La noticia del hecho se divulgó por toda la comarca y por Judea entera.




COMENTARIO 


Hay un hecho muy importante en el mensaje de Jesús que los Evangelios destacan sobremanera: la sensibilidad extraordinaria de Jesús ante los sufrimientos y necesidades de los demás, y muy especialmente si estos son pobres e indefensos como las viudas. Las viudas eran doblemente vilipendiadas por ser mujeres y por ser viudas. Acabamos de ver que lo verdaderamente decisivo para Jesús es la defensa de la vida, la dignificación y hasta el goce de la vida. 

1.- Si hay algo en nosotros por lo que merece la pena luchar, es por la vida. La vida es el gran valor de los hombres. Toda nuestra ilusión y preocupación es vivir y vivir bien. “La confianza en la vida es buena. La alegría de vivir es mejor aún.” No obstante, hoy estamos respirando en los medios de comunicación un cierto ambiente contrario a la vida y a su integridad. Imposible ver o leer noticias del día en la TV o en los periódicos sin que tengamos que contemplar la violencia en contra de la vida de alguien o incluso de todo un pueblo o de una raza o de una religión. Hoy se destruye con gran facilidad la vida y se nos ponen multitud de obstáculos para que podamos desarrollar dignamente la vida. No quisiera exagerar ni adoptar una actitud pesimista en este sentido, pero es verdad que encontramos la muerte y la delincuencia a la vuelta de cualquier esquina o de cualquier medio de comunicación. Si a eso añadimos que, según fiables encuestas, cera de mil millones de personas padecen hambre y desnutrición en nuestro mundo y que según la Unicef uno de cada cuatro niños en España vive bajo el umbral de la pobreza y que la marginación y la pobreza y la violencia de género en vez de disminuir siguen creciendo, llega un momento, como ya decía Martín Luther King, en que nos acercamos en lugar de alejarnos de cuando el hombre nació en la barbarie usando la violencia como una condición normal de la existencia. 

2.- En el evangelio que acabamos de leer, Jesús se nos presenta como el Señor de la vida, cuyo Padre es el “Dios de vivos y no de muertos”.Jesús en el evangelio de hoy transforma la muerte en vida resucitando al hijo de la pobre viuda de Naín. Vence lo que parecía no poder vencerse: la muerte. Convierte la tristeza de una madre, causada por la muerte de su hijo, en una profunda alegría al reencontrarse con su hijo vivo. Lo verdaderamente decisivo para Jesús es la defensa de la vida, la dignificación de la vida y hasta el disfrute de la vida… El Reino se hace presente y se realiza allí donde se defiende y se potencia la vida. En este gesto de Jesús se hacen realidad sus mismas palabras: “Yo soy la resurrección y la vida”, “Yo soy el pan de la vida”,“Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia”, - Y es que a medida que el hombre más se identifica con Dios y su causa, más ama el hombre la vida y más lucha por su integridad y sus derechos. De todos los dones de Dios el de la vida es, sin duda, el más precioso. A medida que el hombre se aleja más de Dios, más se acerca a la muerte y opta por ella y por cuanto la facilita. Dios se encuentra allí donde se hace presente la vida y no la muerte. La vida tiene sentido, pero no donde está presente el sin sentido de la muerte de los opresores. Se sonríe a la vida, no donde se alimenta el hambre, la falta de trabajo, la tristeza y el dolor, sino donde se facilitan los medios para desarrollarla. 

3.- El evangelio de hoy nos llama a todos los que hemos optado por Jesús a optar también, como Jesús, por la vida y por todo cuanto la desarrolla y la lleva a su plenitud. Creer en Jesús conlleva: - Amar y mimar apasionadamente la vida, la nuestra y la de los demás, como lo más sagrado que poseemos - Luchar contra todo cuanto entorpece el desarrollo de la vida,- Proclamar siempre los derechos de la vida,- Trabajar con ilusión y esperanza por hacer realidad en nuestro mundo la cultura de la vida, una vida más humana, empezando por aquellos para los que la vida no es vida sino sufrimiento.







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