domingo, 1 de mayo de 2016

EVANGELIO DEL DOMINGO 6º DE PASCUA


Lectura del santo evangelio según san Juan 14,23-29):


En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «El que me ama guardará mi palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en él. El que no me ama no guardará mis palabras. Y la palabra que estáis oyendo no es mía, sino del Padre que me envió. Os he hablado de esto ahora que estoy a vuestro lado, pero el Defensor, el Espíritu Santo, que enviará el Padre en mi nombre, será quien os lo enseñe todo y os vaya recordando todo lo que os he dicho. La paz os dejo, mi paz os doy; no os la doy yo como la da el mundo. Que no tiemble vuestro corazón ni se acobarde. Me habéis oído decir: "Me voy y vuelvo a vuestro lado." Si me amarais, os alegraríais de que vaya al Padre, porque el Padre es más que yo. Os lo he dicho ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda, sigáis creyendo.»


Palabra de Dios






Hoy es el 1º de Mayo, Día del Trabajo y de San José Obrero. Como decía San Juan Pablo II en Laborem exercens, nº 6: “El trabajo está en función del hombre y no el hombre en función del trabajo”. Los creyentes en Jesús de Nazaret, debemos animar a todas las personas a denunciar las situaciones injustas que se padecen en el mundo obrero y del trabajo, y a promover el derecho a tener un trabajo decente que no niegue la dignidad de los trabajadores y trabajadoras, ya que el trabajo es para la vida. No estaría mal recordar esto en algún momento de la eucaristía, o sumarse a las manifestaciones festivas y reivindicativas en nuestras ciudades.

En muchos sitios se celebra también el Día de la Madre, por ser el primer domingo de Mayo, mes de María, consumismos aparte, recordemos a nuestras madres y tengámoslas presentes en la oración o visitándolas en este día.

PARA NO OLVIDAR A JESÚS


La verdad es que los humanos somos bastante complejos. Cada individuo es un mundo de deseos y frustraciones, ambiciones y miedos, dudas e interrogantes. Con frecuencia no sabemos quiénes somos ni qué queremos. Desconocemos hacia dónde se está moviendo nuestra vida. ¿Quién nos puede enseñar a vivir de manera acertada?

Aquí no sirven los planteamientos abstractos ni las teorías. No basta aclarar las cosas de manera racional. Es insuficiente tener ante nuestros ojos normas y directrices correctas. Lo decisivo es el arte de actuar día a día de manera positiva, sana y creadora.

Para un cristiano, Jesús es siempre su gran maestro de vida, pero ya no le tenemos a nuestro lado. Por eso, cobran tanta importancia estas palabras del evangelio: «El Espíritu Santo que os enviará el Padre en mi nombre, será quien os lo enseñe todo y os vaya recordando todo lo que os he dicho».

Necesitamos que alguien nos recuerde a Jesús. Si lo olvidamos, no sabremos quiénes somos ni qué estamos llamados a ser. Nos desviaremos del evangelio una y otra vez. Defenderemos en su nombre causas e intereses que tienen poco que ver con él. Nos creeremos en posesión de la verdad al mismo tiempo que la desfiguramos.

Necesitamos que el Espíritu Santo active en nosotros la memoria de Jesús, su presencia viva, su imaginación creadora. No se trata de despertar un recuerdo del pasado: sublime, conmovedor, entrañable, pero recuerdo. Lo que el Espíritu del resucitado hace con nosotros es abrir nuestro corazón al encuentro personal con Jesús como alguien vivo. Sólo esta relación afectiva y cordial con Jesucristo es capaz de transformarnos y generar en nosotros una manera nueva de ser y de vivir.

Al Espíritu se le llama en el cuarto evangelio «defensor» o «paráclito» porque nos defiende de lo que nos puede destruir. Hay muchas cosas en la vida de las que no sabemos defendernos por nosotros mismos. Necesitamos luz, fortaleza, aliento sostenido. Por eso, invocamos al Espíritu. Es la mejor manera de ponernos en contacto con Jesús y vivir defendidos de cuanto nos puede desviar de él.










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