jueves, 21 de diciembre de 2017
PALABRA DE DIOS
EVANGELIO DOMINGO - 24 DICIEMBRE 2017
Lectura del santo evangelio según san Lucas (1,26-38):
En aquel tiempo, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la estirpe de David; la virgen se llamaba María.
El ángel, entrando en su presencia, dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo.»
Ella se turbó ante estas palabras y se preguntaba qué saludo era aquél.
El ángel le dijo: «No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin.»
Y María dijo al ángel: «¿Cómo será eso, pues no conozco a varón?»
El ángel le contestó: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el Santo que va a nacer se llamará Hijo de Dios. Ahí tienes a tu pariente Isabel, que, a pesar de su vejez, ha concebido un hijo, y ya está de seis meses la que llamaban estéril, porque para Dios nada hay imposible.»
María contestó: «Aquí está la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra.»
Y la dejó el ángel.
Palabra de Dios
Comentario Evangelio domingo, 24 diciembre 2017
María, la gozosa espera del recién nacido
El nacimiento de una nuevo hijo en una familia es siempre un momento lleno de alegría y esperanza. Pero también es, hay que reconocerlo, un momento difícil. La madre pasa por un trance que no es fácil. La vida que nace viene al mundo en medio del dolor. El recién nacido es frágil, débil. Los padres se tienen que volcar en cuidados y atenciones. El bebé se convierte necesariamente en el centro de la familia. Necesita de todas las atenciones posibles. Sólo así la nueva vida podrá crecer y llegar a ser una persona adulta. Es un largo proceso que está erizado de dificultades. El recién nacido es para los padres un motivo para ser responsables. La alegría del nacimiento se irá colmando en la medida en que los padres colaboren en el desarrollo del hijo. Por eso la expectativa del nacimiento es tiempo de esperanza pero también de preocupación. ¿Irá todo bien?
María es la protagonista de este último domingo de Adviento. El momento del nacimiento de Jesús está cerca. María vivió sin duda este tiempo en la esperanza y en el gozo. Como toda madre se haría preguntas en torno al futuro del hijo que llevaba en su seno. Y no tendría todas las respuestas. Solamente podía fiarse de la palabra de Dios que había recibido: lo que llevaba en su seno era obra del Espíritu de Dios. La fe caracteriza la actitud de María. Vive tranquila, confiada en el Señor. Por eso, puede ir a visitar a su prima para ayudarla también en el momento del parto.
La gozosa esperanza en la fe debe caracterizar también la vida de la Iglesia y de nuestra comunidad cristiana. En nuestro mundo está germinando la presencia de Dios. Eso forma parte esencial de nuestra fe. Prepararnos para celebrar la Navidad es tener abierto el corazón a la novedad que Dios puede traer en cualquier momento a nuestras vidas. Porque Dios sigue naciendo en nuestro mundo. Dios sigue haciéndose presente entre nosotros. A veces de las formas más inusitadas, pero siempre, seguro, entre sus preferidos, los más pobres, los más sencillos, los que no tienen nada. ¡Bienaventurados seremos si somos capaces de descubrir esa presencia misteriosa de Dios cerca de nosotros! Entonces sí que estaremos preparados para celebrar la Navidad.
Para la reflexión
Cuando observamos nuestra sociedad, ¿somos capaces de descubrir en ella esa presencia inminente de Dios? ¿Celebramos con gozo los signos de salvación y de vida que descubrimos en nuestro mundo?
PALABRA DE DIOS
EVANGELIO DOMINGO 17 DICIEMBRE 2017
Lectura del santo evangelio según san Juan (1,6-8.19-28):
Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan: éste venía como testigo, para dar testimonio de la luz, para que por él todos vinieran a la fe. No era él la luz, sino testigo de la luz.
Y éste fue el testimonio de Juan, cuando los judíos enviaron desde Jerusalén sacerdotes y levitas a Juan, a que le preguntaran: «¿Tú quién eres?»
Él confesó sin reservas: «Yo no soy el Mesías.»
Le preguntaron: «¿Entonces, qué? ¿Eres tú Elías?»
El dijo: «No lo soy.»
«¿Eres tú el Profeta?»
Respondió: «No.»
Y le dijeron: «¿Quién eres? Para que podamos dar una respuesta a los que nos han enviado, ¿qué dices de ti mismo?»
Él contestó: «Yo soy la voz que grita en el desierto: "Allanad el camino del Señor", como dijo el profeta Isaías.»
Entre los enviados había fariseos y le preguntaron: «Entonces, ¿por qué bautizas, si tú no eres el Mesías, ni Elías, ni el Profeta?»
Juan les respondió: «Yo bautizo con agua; en medio de vosotros hay uno que no conocéis, el que viene detrás de mí, y al que no soy digno de desatar la correa de la sandalia.»
Esto pasaba en Betania, en la otra orilla del Jordán, donde estaba Juan bautizando.
Palabra de Dios
Comentario Evangelio domingo, 17 diciembre 2017
Atentos y alegres
Adviento es camino de preparación para la Navidad. Pero, ¿en qué consiste esa preparación en concreto? ¿Cómo preparar los caminos al Señor que viene a este mundo en que nos ha tocado vivir? Las lecturas de este tercer domingo nos puede servir de ayuda para comprender como hacer esa preparación.
La primera indicación nos la da el Evangelio. En él vemos como a Juan el Bautista también le hicieron una pregunta muy parecida. Cuándo en el desierto hablaba de la conversión, los que le fueron a oír le preguntaron sencillamente: ¿Tú quién eres? En aquel momento Juan se podía haber colocado en el centro de la historia. Podía haber respondido diciendo que él era el líder que tenían que seguir si querían encontrar la salvación. Pero Juan sabía perfectamente cuál era su misión: apuntar y señalar al que tenía que venir. Lo suyo no era colocarse en el centro sino anunciar y abrir el camino para que todos se pudiesen encontrar con el que tenía que venir. Juan invitaba a todos a levantar la vista, a limpiarse la mirada para poder distinguir en el horizonte el que venía trayendo la salvación. Si hay que convertirse, cambiar de vida, es precisamente para limpiar la mirada, para preparar el corazón ante el que tiene que venir. Una vida en justicia, en fraternidad, en compasión, nos ayudará a distinguir mejor al que viene, a acogerle en nuestras vidas.
La segunda indicación la encontramos en las dos primeras lecturas. Hay un tema que en ellas se repite: la alegría. Se nos pide que nos alegremos, que vivamos alegres y en paz. La alegría, pues, debe ser otra característica de nuestra espera, de nuestra preparación para la venida del Señor.
Justicia, fraternidad, compasión, alegría deben caracterizar la comunidad cristiana y de la misma Iglesia. Nuestro mensaje para todos los hombres y mujeres es un mensaje de esperanza. Lo que viene es la salvación de Dios para todos. Y eso es lo que tenemos que anunciar. Lo nuestro no es colocarnos en el centro de la historia sino facilitar el encuentro de todos con el que viene. Lo que Dios nos promete es salvación no condenación. Es vida, no muerte. Por eso, ya desde ahora nos esforzamos por hacer desaparecer cualquier signo de injusticia y odio entre las personas. Nos comprometemos con la vida y por la vida, en contra de la muerte injusta (soledad, pobreza, desprecio...) a que son sometidos tantos y tantas en nuestro mundo. Pero siempre con el gozo de los que saben que están preparando los caminos del Señor de la Vida.
Para la reflexión
¿Qué significa ser justo en nuestra vida diaria? ¿Qué podemos compartir con los demás? ¿Vive nuestra comunidad en la alegría de la espera? ¿Sé comunicar alegría y esperanza a los que viven conmigo?
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miércoles, 20 de diciembre de 2017
PALABRA DE DIOS
EVANGELIO DOMINGO 10 DICIEMBRE 2017
Lectura del santo evangelio según san Marcos (1,1-8):
Comienza el Evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios. Está escrito en el profeta Isaías: «Yo envío mi mensajero delante de ti para que te prepare el camino. Una voz grita en el desierto: "Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos."»
Juan bautizaba en el desierto; predicaba que se convirtieran y se bautizaran, para que se les perdonasen los pecados. Acudía la gente de Judea y de Jerusalén, confesaban sus pecados, y él los bautizaba en el Jordán. Juan iba vestido de piel de camello, con una correa de cuero a la cintura, y se alimentaba de saltamontes y miel silvestre.
Y proclamaba: «Detrás de mí viene el que puede más que yo, y yo no merezco agacharme para desatarle las sandalias. Yo os he bautizado con agua, pero él os bautizará con Espíritu Santo.»
Palabra de Dios
Comentario Evangelio domingo, 10 diciembre 2017
Iglesia, profeta de esperanza
El Evangelio de este domingo nos presenta la figura de un profeta, el último de los profetas del Antiguo Testamento: Juan el Bautista. Fue el precursor de Jesús. Puso toda su vida al servicio de una misión concreta: anunciar a los hombres de su tiempo que el Mesías, el Salvador, estaba a punto de llegar, que había que preparar los caminos y los corazones para su llegada. Lo que Juan esperaba y anunciaba era algo tan nuevo que todo lo demás se le había quedado viejo. Ya nada valía la pena. Por eso se retiró al desierto y vivió en la pobreza. Su mirada y su vida estaban puestas en el futuro. En el que iba a venir. Juan no se situó nunca en el centro. No decía a los que le escuchaban que le siguiesen o que hiciesen lo que él hacía. Sólo les avisaba para que estuviesen atentos, para que se preparasen. Juan fue un profeta: vocero de Dios para los hombres.
La figura de Juan el Bautista nos da algunas de las claves que deben caracterizar la vida de la iglesia en todo tiempo y lugar. También en nuestro tiempo y en nuestro país. La iglesia, cada comunidad cristiana, cada parroquia, debe ser profeta de Dios en nuestro mundo. Como Juan, la iglesia no está en el mundo para anunciarse a sí misma, sino para anunciar la presencia salvadora de Dios entre los hombres. La Iglesia no existe para sí misma, para perpetuarse. Su centro es el Evangelio. Su misión es llevar el Evangelio al corazón de todos los hombres y mujeres e ir haciendo realidad en nuestro mundo el Reino de Dios. Nuestra vida y obras deben dar testimonio de que Dios llega y quiere llegar a los corazones de todos los hombres y mujeres. Como Juan, la iglesia tiene que saber utilizar la palabra y las obras para dar esperanza y vida a los hombres y mujeres de nuestro mundo.
En Adviento, Juan el Bautista es modelo para la comunidad cristiana. Como él, tenemos que saber que detrás de nosotros viene el que puede más que nosotros. Que nosotros sólo somos sus voceros y anunciadores. La única misión de la Iglesia es evangelizar. La única razón de su existencia es anunciar a los hombres que la salvación está llegando, que está ya presente en nuestro mundo.
Para la reflexión
¿Cómo anunciamos que el Mesías, el Salvador, ya está presente en nuestro mundo? ¿Quizá estamos tan bien en nuestra comunidad, nos queremos tanto, que nos olvidamos de la gente que está esperando nuestro mensaje? ¿Qué gestos o signos hacemos para dar esperanza a los que no la tienen o la han perdido? ¿Qué palabras usamos?
PALABRA DE DIOS DOMINICAL
DOMINGO 3 DICIEMBRE 2017
Lectura del santo evangelio según san Marcos (13,33-37):
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Mirad, vigilad: pues no sabéis cuándo es el momento. Es igual que un hombre que se fue de viaje y dejó su casa, y dio a cada uno de sus criados su tarea, encargando al portero que velara. Velad entonces, pues no sabéis cuándo vendrá el dueño de la casa, si al atardecer, o a medianoche, o al canto del gallo, o al amanecer; no sea que venga inesperadamente y os encuentre dormidos. Lo que os digo a vosotros lo digo a todos: ¡Velad!»
Palabra de Dios
Comentario Evangelio domingo, 3 diciembre 2017
Vigilad, porque Dios está cerca
En el mercado en que se ha convertido nuestro mundo, hay muchos que ofrecen a precio barato la salvación. Unos nos ofrecen una salvación que se basa en consumir. “Compre el producto tal”, “Use esto o lo otro” y nos dicen que así seremos más felices. Todo al alcance de la mano... con tal que se tenga, claro está, el suficiente dinero en el banco o en la cartera. Basta con mirar los anuncios que nos rodean por todas partes: televisión, periódicos, radio, vallas publicitarias... Pero esa, lo sabemos, no es la verdadera salvación.
Otros nos hablan de Dios. “Dé un donativo”, “Rece esto o lo otro”, “Vaya a esta peregrinación o celebración”. Pedro fue y se le curó el cáncer que tenía. Miguel no tuvo más problemas con la bebida. También está el otro lado, el de la amenaza. Porque también nos dicen que José no rezó o no fue y todos los problemas le fueron a peor. Ese Dios del que hablan se parece a la medicina mágica con que tantos sueñan. Una pastilla –una oración– y... todo resuelto. El cielo a nuestro alcance. Los que así hablan parecen magos que con su fuerza controlan a Dios y le hiciesen trabajar a su servicio. Pero ahí tampoco está la salvación.
La realidad es bastante más complicada. Dios no es un mago que lo solucione todo. Nuestro mundo va haciendo su propio camino. A Dios lo encontramos a nuestro lado, animándonos a tomar las riendas de nuestra vida, a ser responsables de lo que hacemos, de nuestras decisiones. Su presencia la encontramos en la vida de cada día, en las personas con que nos encontramos, en los acontecimientos. Hay mucho de Dios, de gracia, en nuestras vidas.
Con este domingo empezamos el tiempo de Adviento. Es tiempo de preparación para la celebración de la venida del Señor. La Palabra de Dios nos invita a vigilar. Hay que estar atentos, porque en nuestras calles, en nuestras familias, en nuestro mundo, se siente una presencia nueva, naciente. Las comunidades cristianas son ya un signo de esa nueva realidad. Hay mucha gente buena trabajando por ayudar a los demás. Esos son los signos de la presencia de Dios. ¡Dios está con nosotros! ¡Su presencia está creciendo! Adviento es nuestra oportunidad para vigilar y estar atentos, para descubrir los signos de la auténtica presencia de Dios y celebrarlos en nuestra liturgia y en nuestra oración. Vigilad, pues, no vaya a ser que Dios esté a vuestro lado o en vuestra misma vida y os pase desapercibido.
Para la reflexión
Vigilar supone estar vivo y atento a las grandes y pequeñas cosas que pasan a nuestro alrededor. ¿Nos importa todo eso que pasa o vivimos tan encerrados en nuestros problemas que nuestro mundo termina en nuestra propia nariz? ¿Dónde y cuándo descubrimos a Dios cerca de nosotros?
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