PELÍCULA: HERMOSA JUVENTUD (2014)
Con una puesta en escena hiperrealista y sin artificios, Jaime Rosales bordó el mejor retrato de la juventud española actual, heredera forzosa de la crisis que les han dejado los adultos en años anteriores.
La trama es tan básica como es un embarazo inesperado en una pareja joven y con ella, "Hermosa juventud" nos enseña cómo dos personajes que están juntos en el mismo barco no tienen más remedio que crecer a marchas forzadas ante una situación inevitable y difícil. Sin embargo, ambos lo hacen de diferente manera. El gran hallazgo de esta película es Ingrid García-Johnson, con una presencia en pantalla espectacular que construye un personaje arrebatador y eterno.
CRÍTICA A LA PELÍCULA: HERMOSA JUVENTUD
Aquí y ahora, esto es lo que hay: una crisis mastodóntica que, en lo que atañe a la juventud, ya propensa a las incertidumbres por su propia naturaleza, borra de su hoja de ruta la palabra horizonte. Natalia y Carlos, los protagonistas de Hermosa juventud, forman una pareja corriente de un barrio madrileño, trabajan cuando y en lo que pueden por sueldos insultantes, un buen día se apuntan en un desafío valiente al dinero fácil (600 euros por una hora de rodaje de un porno), ella queda embarazada y, pese a la precaria situación, deciden tener el bebé. Y poco después del parto, separación temporal porque la llamada laboral de Alemania tiene gancho.
El retrato de Natalia y Carlos, como se ve, es el de la primera generación en décadas que lo está pasando peor que la precedente. Jaime Rosales contempla a la pareja capturando el gesto cotidiano en su más diáfana expresión, con estilo directo y objetivo, sin juzgar a nadie, sin buscar malos y buenos, víctimas y verdugos. Su mirada es tan limpia y precisa que incluso el tono de su historia, esencialmente dramática, adquiere los tintes de una ligera comedia de costumbres. Sin lugar a dudas, Hermosa juventud es la obra más transparente y accesible de su filmografía, exenta de los radicales retos estéticos y estructurales de La soledad, Tiro en la cabeza y Sueño y silencio y de la atmósfera enfermiza de su memorable primer largometraje, Las horas del día. Es también la que respira más libertad, sin forzar ni densificar el tiempo fílmico.
Su único desafío narrativo es la incorporación, en un par de momentos cruciales del relato, de las redes sociales como protagonistas de otras tantas elipsis temporales, un recurso que, antes que chirriar, resulta plenamente coherente en tanto que radiografía cabal de nuestro presente, de nuestras inquietudes y del angst de las nuevas generaciones. Estupenda película, muy bien guiada interpretativamente por un eficaz Carlos Rodríguez y una magnífica, sobresaliente Ingrid García-Jonsson.
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