EL BECARIO
Ben Whittaker (Robert De Niro), un viudo de 70 años de edad, ha descubierto que la jubilación no es todo lo buena que pretendía ser. Aprovechando la oportunidad de volver a trabajar que le ofrece una web de moda, se convierte en un interno de alto nivel en esta empresa, fundada y dirigida por Jules Ostin (Anne Hathaway).
Pero la joven dueña de este exitoso negocio online no se toma demasiado bien que la compañía contrate como becario a un hombre de 70 años. Pensando que va a tener un asistente universitario, Jules se encuentra frente a Ben, un hombre que, aburrido de ser jubilado, ha decidido probar suerte en la empresa. Es entonces cuando las cosas empiezan a cambiar para ella.
A pesar de que al principio ella se muestra reacia, porque Ben es un hombre lleno de la sabiduría de la vieja escuela, pronto se hacen amigos, y poco a poco Ben comenzará a convertirse en alguien indispensable. Sin embargo todo se complica para Jules cuando atraviesa un bache profesional al cuestionar los accionistas su capacidad de liderazgo.
Título original The Intern
CRÍTICA A LA PELÍCULA
No se asusten: El becario podría ser tranquilamente una película de José Luís Garci. No, no hay un soundtrack con pajaritos piando o veinticinco mil citas cinéfilas que no vienen a cuento por fotograma, pero sí que hay mucho de lo que más se le echa de menos al autor de Las verdes praderas, su intento de ser el más buenrrolista de los hijos de Berlanga o Marco Ferreri.
El film de Nancy Meyers es incapaz de afilar su crítica a una sociedad que ha creído que la juventud no es únicamente un divino tesoro, sino un dogma de fe. Su mirada es siempre conciliadora, divertida (a veces muy divertida: ese brainstorming en donde el personaje de Robert De Niro pone a todo el mundo en su lugar sin alzar ni una ceja) aunque su apuesta está con ese becario pasado de años pero lleno de experiencia. La veteranía es un grado, viene a defender la película, lo mismo que Garci siempre hace en sus obras que los personajes/actores de mayor edad actúen como pozo de sabiduría, oráculo y faro que guíe a jóvenes o treintañeros con buena voluntad pero con malas y equivocadas decisiones.
El Robert De Niro de El becario es muy garciniano: sentido del humor, nostálgico, pragmático, un caballero fuera de época (como fuera de época están el cine del padre de Asignatura pendiente y el de la firmante deCuando menos te lo esperas). Por descontado que todas las simpatías de la Meyers guionista y directora están con De Niro, con sus tragedias personales en sordina y con su prístina visión del mundo laboral, de los negocios y del mundo en general. Sin embargo, Meyers no describe al personaje interpretado por Anne Hathaway como alguien negativo, sino que hace de él/ella el centro de su mensaje positivista: respetar, escuchar y valorar al veterano. Aprender de él y de su experiencia para mejorar, para en definitiva madurar.
Película, en definitiva, sobre la madurez, El becario le da la vuelta a ese modelo dramático multicultural donde el más simple, el más inocente, era el poseedor de la verdad y el que hacía cambiar al resto de quienes entraban en contacto con él. Le da la vuelta para hacer de la Judy Hollyday de turno Nacida ayer un casi anciano a quien los tiempos modernos y los tiempos de crisis han llevado a ser fiel criado cuando estaba destinado o había sido señor. Todo sin alzar la voz, con ese dominio de las situaciones y de los diálogos que han sido la constante en las películas escritas y dirigidas (o ambas cosas) por Nancy Meyers.
A favor: lo bien que está Anne Hathaway.
En contra: cuando la película se pone excesivamente blandita.
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