domingo, 22 de enero de 2017

CINE EN FAMILIA

PELÍCULA: SILENCIO DE MARTÍN SCORSESE


SIPNOSIS

Segunda mitad del siglo XVII. Sebastião Rodrigues (Andrew Garfield) y Francisco Garrpe (Adam Driver) son dos sacerdotes jesuitas portugueses que se ven obligados a emprender un viaje hasta Japón para encontrar a su mentor, Cristóvão Ferreira (Liam Nesson). Según se rumorea, Ferreira ha renunciado a su fe de forma pública, tras haber sido perseguido y torturado. 

En busca de este misionero, los dos sacerdotes vivirán el suplicio y la violencia con que los japoneses reciben a los cristianos. Y es que, en el país nipón la práctica del catolicismo no está permitida, por lo que aquellos que practican esta creencia deben hacerlo en la clandestinidad. Los misioneros jesuitas serán testigos de la violenta persecución a la que son sometidos los cristianos japoneses, que están sometidos a un régimen dictatorial que busca eliminar cualquier influencia occidental en el país. 

Drama histórico dirigido por Martin Scorsese (El lobo de Wall Street, Shutter Island, Infiltrados) y escrito por Jay Cocks (Gangs of New York, La edad de la inocencia), basado en la novela Silencio escrita por Shushaku Endo. El reparto está protagonizado por los actores Liam Neeson (Un monstruo viene a verme, Mil maneras de morder el polvo), Andrew Garfield (The Amazing Spider-Man 2: El poder de Electro, La red social), Adam Driver (Paterson, Star Wars: El despertar de la fuerza), Tadanobu Asano (Thor: El mundo oscuro, Invisible Waves) y Ciarán Hinds (Juego de tronos, El topo).



CRÍTICA DE LA PELÍCULA


Si bien es cierto que la obra de Martin Scorsese se ha caracterizado por el retrato de personajes criminales ('Malas calles', 'Uno de los nuestros', 'Casino', 'Gangs of New York', 'Infiltrados') y que dos de sus películas más importantes ('Taxi Driver' y 'Toro salvaje') muestran otro tipo de violencia menos institucionalizada y más desclasada, es indudable que la religión (otra forma de violencia), por la propia experiencia de Scorsese como seminarista, juega un papel importante en su manera de concebir el mundo.

'Silencio' vendría a cerrar una hipotética trilogía sobre la fe que se inició en 1988 con su visión de Jesucristo y el cristianismo, 'La última tentación de Cristo', y se prolongó en 1997 con su interpretación del budismo y la formación del Dalai Lama, 'Kundun'. Si la primera vuelca en un contexto distinto al de la América contemporánea algunas de las obsesiones del director -el guión lo firmaba el calvinista Paul Schrader-, la segunda mezclaba mal antropología con visión turística de la religión.

'Silencio' filma y opone dos mundos en el fondo igual de atávicos, el de los jesuitas que pretenden colonizar religiosamente el Japón feudal del siglo XVII y el de los japoneses que se niegan a ello -están en su perfecto derecho, viene a decirnos Scorsese-, aunque lo hagan utilizando la tortura como instrumento.

No hay mártires, aunque pueda parecerlo, en la película. Scorsese regresa al hiperrealismo oscuro (las grutas en las que se esconden los dos jóvenes jesuitas portugueses, la tortura en el pozo, las crucifixiones, los cuerpos llagados con el agua hirviendo de las fuentes termales, las misas clandestinas) y ofrece una inteligente dialéctica entre dos formas de entender la religión, la fe y la vida.

El filme adapta una novela del escritor japonés y cristiano Shûsaku Endo, ya llevada al cine por Masahiro Shinoda en 1971. En esta versión de Scorsese, el otro personaje capital del relato, el jesuita que apostató (Liam Neeson), adquiere unas resonancias casi míticas dignas del Kurtz de 'El corazón de las tinieblas' y 'Apocalypse Now'.

Los dos sacerdotes viajan desde Portugal a Japón, remontan el río y cruzan la selva en busca de este personaje sobre el que, finalmente, bascula toda la tesis de la película. Scorsese cree, pero las creencias pueden doblegarse, cuestionarse y modificarse. El único problema es la elección de sus dos actores principales. Andrew Garfield ('Spider-Man', 'La red social') y Adam Driver ('Paterson) representan un modelo de inocencia, pero aquí resulta poco adecuado y provoca una cierta distancia dramática.






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